Se llaman Armando y Diego, son dos hermanos madrileños que comparten la misma pasión: jugar al baloncesto. El primero es el mayor (21 años, el menor tiene 14) y como ha pasado a tantos y tantos amantes del mundo de la canasta, han visto alterada la práctica del deporte que tanto quieren en este tiempo, por el coronavirus. Pero la solución la han encontrado en el Campus Virtual Gigantes Basket Lover.
- Nace el primer Campus Virtual Gigantes Basket Lover by Endesa: toda la información
- Apúntate a los Campus Gigantes. Tienes las siguientes opciones
– Getafe
– Torrelavega
– Alcalá de Henares
– Barcelona
– Manilva (Málaga)
– Albacete
– Valladolid (completo)
Ambos se han apuntado a la innovadora experiencia que propone Gigantes, entrenar en estos complejos tiempos de manera individual y a través de una pantalla. Lo hacen con dos internacional absolutos, que desarrollan los ejercicios para que posteriormente los lleven a cabo los propios jugadores: Laura Quevedo (jugadora esta pasada temporada del Kutxabank Araski de la LFEndesa) y Edgar Vicedo (del Movistar Estudiantes de Liga Endesa).
¿A qué mola?
Es nuestro #CampusVirtualBasketLover. ¡Entrenamientos online que están siendo todo un éxito! Aquí tienes a @edgarvicedo, pero también está @LauraQuevedo_9
En los #CampusGigantes no dejamos de innovar, @basketlover @Endesa pic.twitter.com/CYdbpNAaIv
— Campus Gigantes del Basket (@CampusGigantes) June 30, 2020
Junto a ellos, entrenadores y preparadores físicos de primer nivel que corrigen al instante y que hacen que el progreso sea un hecho para todos aquellos que se unen a este genuino proyecto. Armando y Diego son dos de ellos y cuentan en primera persona (a través del hermano mayor, Armando) cómo están siendo estas sesiones tan enriquecedoras.
Así viven Armando y Diego el Campus Virtual Gigantes Basket Lover
«Mi hermano Diego y yo llevamos muchos años jugando al baloncesto en clubes de la federación de Madrid y practicar este deporte nos apasiona a ambos. Mi hermano tiene 14 años y yo 21 y, aunque la diferencia de edad siempre ha dificultado que pudiésemos jugar juntos, nada ha impedido que bajásemos a echar unas canastas debajo de casa.
El Campus Virtual de Gigantes nos ha brindado una muy buena oportunidad para compartir buenos ratos de basket juntos. Justo cuando comenzó la desescalada en Madrid la canasta de debajo de casa se rompió. La liga y la NBA seguían en pausa y mi hermano y yo nos subíamos por las paredes de lo mucho que nos faltaba el baloncesto. Nuestra madre, de forma providencial, nos sugirió la idea del Campus Virtual de Gigantes del cual no habíamos oído hablar ninguno. “Pero mamá eso no tiene ningún sentido, no se puede aprender baloncesto a través de una pantalla” fue la primera impresión de mi hermano, y yo también dudaba de la efectividad que pudiese tener un campus online.
Pero bueno, todas las ideas innovadoras generan recelo al principio y merecía una oportunidad. De todas formas, era una buena ocasión para jugar al basket juntos y eso nos convenció. Cuando nos inscribimos en el campus recibimos una presentación y un pdf explicativo. Tras habernos enterado de la dinámica, caímos en la cuenta de que la mejor forma de describir el campus virtual es exactamente tal y como uno se imagina un campus de baloncesto de los de toda la vida, pero a través de una pantalla.
Es decir, sesiones físicas, sesiones de entrenamiento de todo tipo (tiro, bote, etc), entrenadores pendientes de correcciones y de mantener buen ritmo en la sesión, profesionales mostrando como hacer ciertos movimientos, etc. La única diferencia es que virtualmente no puedes pasársela a nadie, así que está más centrado en la técnica individual. Antes de la primera sesión recibimos un vídeo de una hora explicando ejercicios para la preparación física. Debíamos mandar unos cinco minutos de vídeo a la preparadora física mostrando cómo hacíamos algunos ejercicios del físico. En el momento en el que vi que una preparadora física profesional nos pedía cada día hacer una hora de físico y mandar una muestra de cinco minutos de los ejercicios me di cuenta de que esto del campus virtual iba muy en serio.
El físico era bastante demandante tanto para mi hermano como para mi, especialmente después del estado de latencia forzado por el confinamiento, pero no dejamos ningún ejercicio sin hacer porque imagínate la vergüenza de rendirse delante de tu hermano mayor (o peor aún delante de tu hermano pequeño). Ninguno de los dos confesamos nuestro cansancio y nos esforzamos al límite con la preparación física.
Sin embargo, el grueso del campus se desarrolla en la cancha de basket del barrio. Cada día hay 45 minutos de entrenamiento en los que nos conectamos a través de una plataforma virtual con nuestro entrenador. Para cada ejercicio nos enseña un vídeo en el que jugadores profesionales realizan el ejercicio que toca para que podamos entender bien lo que hay que hacer. Colocamos la cámara de forma que el entrenador pueda vernos y entonces comienza el ejercicio. El entrenador ofrece correcciones muy ajustadas al nivel de cada uno, lo cual es esencial dado que hay gente de todas las edades y con niveles de experiencia en baloncesto muy distintos. Ayer mismo nuestro entrenador me pidió que finalizase con más fuerza e hiciese un mate pocos segundos después de pedirle al chico de 10 años de mi grupo que intentase dar más botes o le pitarían pasos en partido.
Los ejercicios que hacemos son al comienzo muy básicos y van subiendo el nivel de forma drástica según avanza la sesión. Comienzas botando con la derecha y con la izquierda (adaptado a jugadores novatos) pero acabas haciendo dobles cambios y finalizaciones con pasos distanciados (ajustándose a un nivel de exigencia más amateur). Cuando mi hermano pequeño me decía que los ejercicios del principio de la sesión son muy fáciles yo le decía que todo depende de lo que uno se exija a sí mismo, hasta que no hagamos cambios por delante como Ricky Rubio no va a sobrar repasar las mecánicas más básicas y mejorar los movimientos más fundamentales.
Para esto están los entrenadores, que si ven que vas sobrado te piden que des más y mejores en cada sesión. A nuestro parecer, de los aspectos más positivos del campus es la capacidad de inclusión que tiene. Personas de todas las edades e incluso países participan en el campus. Si no tienes una canasta accesible, hay grupos de entrenamiento que trabajan sin canasta.
El físico no requiere instrumentación compleja, solo un palo de escoba, una esterilla, una botella de agua, y otros instrumentos fáciles de encontrar en casa. Además, la inscripción al campus fue gratuita. Es decir, da igual de dónde seas, el baloncesto que sepas, la edad que tengas, la calidad de tu físico, la accesibilidad a material deportivo o el dinero que tengas, si te gusta el basket y no te cansas de aprender, este es tu campus».